lunes, 2 de febrero de 2015

El Grupo de Regulares en campaña. 1920-1921. 1ª parte




El Grupo de Regulares en Campaña 1920-1921. 1ª parte


Desde que en la primavera de 1920 dieran comienzo las operaciones bajo el mando del general Fernández Silvestre, el Grupo de Fuerzas Regulares de Melilla participó activamente en la mayoría de las acciones. La unidad creada en junio de 1911 en Melilla se ha convertido con el paso del tiempo en la más condecorada del Ejército Español. Fue su organizador y primer jefe el entonces teniente coronel Dámaso Berenguer Fusté, incorporándose los primeros voluntarios en el fuerte de Sidi Guariach. Por Real Decreto de 1 de julio de 1911, se organizan un batallón de infantería y un escuadrón de caballería formados por 32 oficiales y 900 soldados. El primer oficial filiado en la unidad fue el veterinario José Uguet Torres, al que siguieron Ruiz Trillo, Infante Romero, Molina Galano, García Boloix, Llano de la Encomienda, Ladislao Ayuso, Mola Vidal, Tous Pastor, Marquerie Ruiz-Delgado, Sevillano Cousillas, Granados Tamajón, Alonso Sánchez y el médico Rodríguez Solis. Todos ellos fueron, junto a Berenguer, los primeros oficiales de regulares. Entre la tropa los primeros soldados alistados fueron los soldados Aisa Ben Mohamed y Hamed Ben Atia, ambos pertenecientes al escuadrón de caballería. En 1914, debido a la efectividad de la unidad, se amplía a cuatro el número de grupos, cada uno de ellos constituido por dos tabores de infantería -con tres compañías- y un tabor de caballería -con tres escuadrones. El Grupo de Melilla Número 2 es dirigido en primera instancia por el teniente coronel Antonio Espinosa Sánchez que lo mandará hasta octubre de 1918. El primer cuartel se situó en la Alcazaba de Melilla, y el campamento en Nador, donde durante años permaneció en pie el cuartel de regulares. 
Desde que en 1912 muriera en combate el teniente Jaime Samaniego, primer laureado, hasta que en marzo de 1927 falleciera el alférez García de la Serrana, último laureado de las campañas, fueron cientos los miembros de la unidad heridos, mutilados y muertos en combate. Prueba de ello es que en todos los cementerios diseminados por el antiguo protectorado reposan restos de soldados y oficiales de los  diferentes Grupos. Repasar aquellas acciones donde intervino el Grupo de Melilla nos permitirá también rememorar la brillante campaña que protagonizaron aquellos mismos hombres que meses después se verían envueltos en la rota de Annual.

Teniente coronel Antonio Espinosa Sánchez jefe del Grupo entre 1916 y 1918. 
A la izquierda Federico de la Paz Orduña y capitanes Juan Villasán y Romero Sigler
La Campaña, 1920

Cuando en febrero de 1920 es designado comandante general Manuel Fernández Silvestre, manda el Grupo el teniente coronel Javier Obregón Gautier que sería relevado en julio de 1920 por Miguel Núñez de Prado y Susbielas. Formaban el Grupo tres tabores de infantería, uno de caballería y una compañía de ametralladoras. La plantilla  se componía en 1920 de 67 oficiales (dos moros), y fue ampliada en 1921 hasta 81 (70 españoles y 11 oficiales moros). En cuanto a la tropa, la revista de comisario de 1921 refleja 393 suboficiales y  clases españolas, y 1445 sargentos y soldados indígenas.
Los planes de la primera fase se iniciaron en junio de 1920, tan solo cuatro meses después del nombramiento del general Fernández Silvestre. Estas primeras operaciones contaban con la aprobación del alto comisario ya que habían sido elaboradas por el general Aizpuru y aprobadas por Berenguer. Al frente de la sección de campaña de la comandancia se hallaba el teniente coronel Fidel Dávila, con quien Aizpuru había mantenido estrecha colaboración y se entendía a la perfección. Posteriormente, tras las conquistas hacia la zona sur del territorio, se debería afrontar el sometimiento de las cabilas de Metalza y Tafersit y después, en invierno, la de la indomable Beni Said. El peso del avance correría a cargo de las tropas de regulares y policía indígena, mientras que las tropas españolas se encargarían de fortificar, abastecer y guarnecer las posiciones recién conquistadas. La política de ocupación a cargo de la Subinspección de Asuntos Indígenas, mandada por el coronel Gabriel de Morales, era la responsable de pactar -mediante subvenciones- con los caídes rifeños el lugar donde se ubicaría la nueva posición. Política sin bajas. No creo que en junio de 1920 tuviera el general Fernández Silvestre la certeza de saber cuál era el camino a seguir para llegar a la bahía de Alhucemas. Dudó hasta bien entrado 1921. La conquista de Alhucemas se venía debatiendo desde 1912 cuando el general Gómez Jordana elaboró un plan para su ocupación mediante un desembarco. Aizpuru, sucesor de Jordana, se mostraba partidario de la misma acción combinándola con un avance terrestre bordeando el litoral rifeño. Sin embargo Silvestre descartó el avance por la costa  y la posterior operación anfibia optando finalmente por asaltar el corazón del Rif, atravesando cabila tras cabila. 

Jefes y oficiales del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Melilla Nº 2. A la derecha de Núñez de Prado el comandante
Manuel LLamas, a la izuierda comandante Augusto Pavón, mayor del Grupo


A nivel estratégico la campaña se desarrollaría siguiendo los cánones habituales en las conquistas del Protectorado: una vez designado el día de inicio de la operación, esta se debería realizar en una sola jornada, y solo supondría más de un día en el caso de no haber conseguido las conquistas designadas –por lo que el objetivo seguiría siendo el mismo- o de tratarse de objetivos diferentes y por tanto constitutivos de nuevas operaciones. Normalmente la marcha se iniciaba dos horas antes de la salida del sol pudiéndose retrasar cuando los días tenían más horas de luz. A partir de este momento los avances se dividirán en tres fases:
1ª. Avance de las columnas hasta ocupar los objetivos
2ª. Fortificación y aprovisionamiento de las posiciones recién ocupadas
3ª. Asentamiento de las fuerzas de guarnición y retirada de las fuerzas de protección
Las fuerzas del Grupo de Regulares junto a las de Policía intervenían en todas las fases: en primer término como fuerzas de ocupación, en segundo lugar dando cobertura a las fuerzas de ingenieros e intendencia y finalmente participando en el repliegue, que en algunos casos –si no se realizaba el retroceso de forma ordenada- podía tornarse delicado. La fortificación y abastecimiento tenían una hora límite tras la cual la columna emprendería el regreso aun cuando no se hubieran finalizado los trabajos. Prevalecía el convencimiento de que el rifeño no atacaba a fondo a una tropa que se defiende y repliega con orden. Tanto en la primera como en la tercera fase las tropas indígenas eran susceptibles de recibir fuego propio debido a la distancia que mediaba con las baterías ligeras. Solo después del Desastre se dotó al Grupo de Regulares de banderas de ostensibles colores que debían agitar las guerrillas para hacerse ver.
Las tropas peninsulares de infantería intervenían en la campaña en las columnas que no formaban la vanguardia y eran las encargadas de guarnecer la posición ocupada. Tras los ingenieros, primeras tropas españolas que pisaban las nuevas conquistas para proceder a la construcción del parapeto y el perímetro alambrado, llegaban el convoy de intendencia y el parque móvil de artillería que, una vez abastecida la posición, se incorporaban de nuevo a la columna. La artillería de montaña acompañaba de cerca a las columnas, y las baterías móviles cubrían sus objetivos desde zonas más lejanas. Esta fue, en definitiva, la táctica que durante meses utilizó en campaña el Ejército Español y con la que se consiguió conquistar una enorme cantidad de terreno sin apenas incrementar los efectivos de que disponía el general Fernández Silvestre. 

 Teniente coronel Miguel Núñez de Prado Susbielas 1882-1936
Primavera; primeros avances

El 7 de mayo de 1920 el general Fernández Silvestre inicia los primeros movimientos de su campaña. Días antes las tropas se concentran en Kandussi y Zoco Telatza formándose tres grandes columnas y otra de reserva. El objetivo, según se desprende tras la visita del alto comisario, es Tafersit, con la finalidad no solo de avanzar en dirección Alhucemas sino también de aislar a la belicosa cabila de Beni Said. Para ello en primer lugar se debe conquistar el paso de Tizzi Lao mediante la ocupación de las posiciones de Hamann, Tamasusin, Haf, Sidi Ali, Tixera y Ahesor para poder asegurar la comunicación con las líneas de retaguardia, cerrando de esta manera el valle del Kelatcha. El dominio de esta región, que se ampliaría con la conquista de Dar Drius, permitiría además alargar el ferrocarril Melilla-Tistutin. Las tropas están agrupadas en Kandussi y Zoco Telatza adonde han ido llegando unidades desde el 3 de mayo. El Grupo de Regulares, a las órdenes del teniente coronel Javier Obregón Gautier, divide sus efectivos entre las tres grandes columnas, siempre en vanguardia, siendo los jefes de los tabores 1º, comandante Tomás Aparici Rodríguez, 2º, comandante Ramón de Alfaro y 3º, comandante Manuel Llamas. El tabor de caballería lo dirigía el comandante Jesús Villar Alvarado, mientras que el cargo de mayor lo ejercía el comandante Augusto Pavón Tierno.
Columna Zoco Telatza al mando del coronel Jiménez Arroyo (jefe África 68). Compuesta por 2 compañías del III Tabor y el 3er Escuadrón. Forman la columna un total de 2136 hombres  de todas las armas. Ocupan Cudia Arreyen y Tixera, ambas en el valle de Tizzi Lau, sin emplear un solo cartucho y sin que se produzcan bajas.
Columna Kandussi al mando del coronel José Riquelme (jefe Ceriñola 42). Compuesta por el 2º Tabor, compañía de ametralladoras y 1er Escuadrón. Forman la columna un total de 2170 hombres de todas las armas. La ocupación de Haman es la primera que se produce durante la campaña y en ella fallece el primer caído de las operaciones: un sargento de policía indígena. El Grupo sufre sus primeras bajas: dos soldados heridos graves.
Columna Batel al mando del coronel José Rodríguez Casademunt (jefe San Fernando 11). Compuesta por 1er Tabor y 2º Escuadrón. Forman la columna un total de 2252 hombres de todas las armas. Ocupan Haf y Tamasusin sufriendo las bajas de dos soldados peninsulares heridos y un oficial contuso.
Las tropas españolas conquistan ese día posiciones que se extienden a lo largo de 150 kilómetros cuadrados, pasando la noche en las ocupaciones recién emplazadas. El cuartel general donde se hallan los generales Fernández Silvestre y Monteverde -2º jefe- se sitúa en Dar Azugaj. La noche del día 8 es atacada la posición de Tamasusin, debiendo intervenir en su ayuda la columna de los coroneles Rodríguez Casademunt y Morales, participando en el combate el 1er y 2º Tabor del Grupo. En el enfrentamiento resultan heridos 24 hombres, entre ellos soldados de la Península, que son evacuados a Sidi Gayub y posteriormente a Melilla. Por la tarde, el comandante general dicta una orden felicitando a todos los integrantes de las columnas. En las operaciones del 7 y 8 de mayo intervienen prácticamente 7000 hombres de todas las unidades, tanto indígenas como peninsulares. La crónica de Cándido Lobera rebosa de optimismo ya que se ha conquistado una significativa extensión de terreno con muy pocas bajas.
El día 12 visitaron las posiciones el comandante general y su estado mayor; en Haman fueron recibidos por el jefe de la posición, comandante Julio Benítez. Posteriormente se trasladarían al Zoco Telatza, cumbres de Sidi Ali y Haf donde junto al secretario de la Alta Comisaría señalarían los próximos objetivos a alcanzar.

Comandantes Manuel LLamas-jefe del III Tabor- y Manuel del Alcazar jefe del Tabor de caballería

El 14 de mayo continúan las operaciones con la conquista de Afsó y las importantes fuentes de Ermila donde toman parte 2 tabores del Grupo y dos escuadrones. Tan solo dos días después se acomete la ocupación de la importante posición de Dar Drius que permitiría acercarse de manera significativa al objetivo principal en Tafersit. La relevancia de la conquista hace que participen de nuevo más de 7000 hombres integrados en cuatro grandes columnas. Una compañía del 2º Tabor en vanguardia de la columna del coronel Morales será la encargada, junto a las tropas de policía, de conquistar las casas de Drius, quedando otra compañía del mismo tabor a retaguardia. El grueso del Grupo, junto a su teniente coronel, engrosaría las filas de la columna Jiménez Arroyo donde se destacarían la 1ª y 2ª del 3er Tabor, la 2ª del 1º (capitán Salafranca) y los 2º y 3er escuadrones; todas las fuerzas bajo el mando directo del comandante Manuel Llamas. El resto del Grupo se ocuparía de conquistar Uestia formando parte de la columna que mandaba Alfredo Coronel. Desde entonces Uestia pasó a ser uno de los lugares habituales donde se concentrarían las tropas del Grupo hasta el 23 de julio de 1921.
Durante los combates hay que lamentar la muerte del primer soldado español, Juan Morán Cano de la comandancia de ingenieros, que sería enterrado en el cementerio provisional de Dar Drius. Las tropas fueron felicitadas tanto por el comandante general como por el alto comisario que pocos días después -20 de mayo- visitaría las nuevas posiciones y daría por finalizado el primer paso en el avance hacia Alhucemas. Aprovechando el intervalo de descanso se celebra en Melilla el habitual concurso hípico que organizaría por última vez el jefe del Grupo, teniente coronel Javier Obregón. En los concursos destacaban habitualmente oficiales del Grupo, siendo los más destacados el capitán Joaquín Cebollino, los tenientes Enrique Brualla y Ricardo Burguete, y el alférez Fernando Tomasetti. Pocos días después del concurso, el teniente coronel Javier Obregón abandona la jefatura del Grupo que queda accidentalmente al mando del comandante Manuel Llamas.
Javier Obregón Gautier (22-3-1870) ingresó en la Academia de Caballería en 1888, obteniendo en 1891 el despacho de segundo teniente. Participó en las campañas de Cuba, siendo su padre gobernador militar de Santiago, y resultó herido en combate en 1896. Tras su ascenso a comandante en 1911, pasó varios años en Melilla como comandante mayor del Regimiento de Alcántara. Poco después de su promoción a teniente coronel en julio de 1918, se le confirió el mando del Grupo pasando revista por primera vez a su unidad en los acuartelamientos de Segangan y Sebt en agosto del mismo año. A sus órdenes, el Grupo participó en los primeros movimientos de la campaña que llevó a cabo el general Luis Aizpuru (antecesor de Fernández Silvestre). Se retiró del ejército con el empleo de coronel tras mandar, entre otras unidades, el Regimiento de Cazadores Victoria 28, en Ceuta.

Relevo en la jefatura, avances en verano

El primero de julio de 1920 es nombrado jefe del Grupo el teniente coronel Miguel Núñez de Prado Susbielas, quien hasta entonces mandaba el Tabor de Caballería de Regulares de Tetuán. Tiene 37 años y ha desarrollado una brillante carrera militar en el Protectorado donde ha conseguido ascensos y condecoraciones. Nació en Montilla -Córdoba- el 30 de mayo de 1882 siendo hijo del entonces teniente coronel Miguel Núñez de Prado y de Concepción Susbielas. Ingresó en el ejército como obrero voluntario de ingenieros en Puerto Rico obteniendo sus dos primeras cruces de 1ª clase por su comportamiento durante el bombardeo de San Juan de Puerto Rico el 12 de mayo de 1898. En septiembre del mismo año ingresó en la Academia de Caballería, licenciándose tres años después como segundo teniente. En 1908 se casó con Aurora Bermejo Fraile (1888-1945) con quien tendría cuatro hijos. Como teniente prestó servicio en los regimientos de Pavía, Escuadrón de Escolta Real, Grupo de Escuadrones de Melilla, Regimiento de Taxdirt y Fuerzas Regulares de Melilla donde permanecería de manera ininterrumpida hasta 1923. En 1913 obtiene la Cruz de María Cristina de 1ª clase por hechos de armas y operaciones en el territorio de Tetuán en el periodo del 25 de junio al 31 de diciembre de 1913. Por la labor de conjunto realizada entre enero y abril de 1914 se le concede el empleo de comandante por méritos de guerra con antigüedad de 1-9-1914. En medio de tal actividad bélica asistió en 1913 a las prácticas de aviación en Guadalajara donde obtuvo el título de observador tras realizar 28 vuelos en ascensiones cautivas y libres. Núñez de Prado fue por consiguiente pionero tanto en el mando de Fuerzas Regulares como en la incipiente aviación militar, último destino de su brillante carrera. Como comandante dirigió el Tabor de Caballería del Grupo de Regulares de Tetuán con el que participó en numerosas acciones en las comandancias de Ceuta-Tetuán y en la de Larache. Al frente del Grupo en Melilla asistió en cuantas operaciones tomó parte hasta su relevo en 1923. El 17 de julio de 1921 fue herido en Annual por lo que tuvo que entregar accidentalmente el mando de la unidad al comandante Llamas. A consecuencia de su participación en numerosas acciones fue condecorado con la Medalla Militar Individual (se le impuso el mismo día que al entonces comandante Franco) y se le concedió en 1923 el ascenso a coronel. Tras su reciente promoción obtiene el título de piloto aviador después de realizar el curso de jefes donde coincidiría con los coroneles Amado Balmes, Miguel Campins y González Carrasco, todos ellos veteranos en el mando de Fuerzas Regulares. Se le confiere entonces el mando del 1er Regimiento de Aviación, aunque es destinado en comisión de servicios al territorio de Ceuta-Tetuán donde al mando de columnas interviene en numerosos hechos de armas entre agosto y diciembre de 1924, motivo por el cual, a la edad de 42 años, se le asciende a general de brigada en diciembre del mismo año. Así se  cierra la trayectoria en el Protectorado de Miguel Núñez de Prado ya que tras su ascenso a brigadier sería designado gobernador general de los territorios españoles en el golfo de Nueva Guinea.
Jefatura del Grupo. Teniente coronel Núñez de Prado y oficiales
Atesoraba hasta ese momento 3 cruces rojas de 1ª clase, 1 Cruz de María Cristina, 5 cruces rojas de 2ª, una medalla militar individual, Medalla de Marruecos con 3 pasadores, y distintivo de Regulares de Caballería con una barra de oro y otra roja, además de ser gentilhombre de cámara del rey Alfonso XIII y haber conseguido 4 ascensos por méritos de guerra siendo herido en dos ocasiones. Una brillantísima carrera militar labrada en poco más de diez años que le llevó a convertirse en uno de los más sobresalientes jefes que el Grupo de Regulares de Melilla ha tenido desde su fundación. En 1930 asciende a general de división y tras la instauración de la República se convierte en uno de los generales más considerados por las autoridades republicanas ocupando importantes cargos. En 1936 es director de la aeronáutica con la consideración de inspector general, cargo que ostenta cuando se produce el 17 de julio el levantamiento en Melilla. Ese mismo día Casares Quiroga le nombra inspector general de las fuerzas de Marruecos, empleo que nunca ocuparía ya que el día 18 fue enviado a Zaragoza (desconozco si a petición propia) con la intención  de convencer a Cabanellas de que no se sublevara. Reconstruir aquel postrero viaje de Núñez de Prado sigue siendo difícil empresa, ya que no existen verdades evidentes. Supuestamente partió a iniciativa propia a convencer al que consideraba ideológicamente próximo general Cabanellas, general jefe de la 5ª División. Constan informaciones acerca de que su primera intención había sido dirigirse a Marruecos para ejercer el mandato como jefe supremo de las fuerzas en el Protectorado, pero parece que una advertencia del capitán Joaquín Mellado, de que  hacerlo sería poner su vida seriamente en peligro, influyó en su decisión. Finalmente,  también en contra del criterio de Mellado, decidió viajar a  la capital aragonesa. Salió de Cuatro Vientos en un aparato de la aeronáutica española -Dragon Rapide-  idéntico modelo que el mismo día transportaría a Franco desde Canarias a Marruecos. Sin embargo, nada tendría que ver la acogida de los dos generales en sus puntos de destino: Franco fue ampliamente aclamado, mientras que a Núñez y su ayudante -comandante Francisco León López- les esperaba un incierto destino que no creo jamás esperara de un compañero con quien había compartido pensamientos y campañas en Marruecos. Al llegar al aeródromo de El Palomar, en la carretera de Huesca, se trasladaron al gobierno civil y posteriormente a la sede de la división donde un Cabanellas distante les recibió convencido de declarar el estado de guerra y sublevar la guarnición. Ambos oficiales fueron detenidos y trasladados a Pamplona donde el general Mola, que también había sido jefe de regulares, decidiría qué hacer. No hay constancia de que los generales ni tan siquiera llegaran a verse, lo cierto es que nunca más se supo del general Núñez de Prado, su ayudante y el piloto que les había llevado a Zaragoza (algunas fuentes indican fue también fusilado). Recientemente la Asociación de Familiares Fusilados en Navarra (AFFNA) ha presentado el testimonio de Ricardo Sola, quien el 10 de agosto de 1936, a los trece años, presenció en el cruce de Murugarren -carretera Bearin-Arbazuza- el fusilamiento de dos oficiales que podrían haber sido el general y su ayudante. Por desgracia las primeras prospecciones no han conseguido los resultados deseados y las familias deberán seguir esperando.
Efectuadas las primeras operaciones, se producen relevos en el seno del Grupo: el comandante Villar es substituido por Carlos Mielgo Pascual quien  mandaría el tabor de caballería hasta que en julio de 1921 falleciera por enfermedad; el capitán Ildefonso García-Margallo substituye al del mismo empleo Juan Rivadulla (fallecido en Melilla); Carlos Zappino se incorpora al Grupo mientras que causa baja el capitán Justo Pardo (creador del emblema de la Legión); y Carmelo Guzmán se hace cargo del 1er Escuadrón que hasta entonces mandaba Francisco Javier Ramos Winthuysen, brillante oficial fallecido a consecuencia de enfermedad contraída en campaña en 1925. Ramos fue autor, en 1921, de un interesante tratado sobre la utilización de las fuerzas indígenas en campaña así como de numerosos artículos, algunos de los cuales firmaba con el seudónimo “Un veterano de treinta años”.
La actividad bélica se reanuda el 24 de junio, tras la visita el 20 del alto comisario, Dámaso Berenguer. El alto mando decide intervenir en las cabilas de Ababda y Midar donde la oficina de policía que dirige el coronel Morales ha llevado a cabo gestiones para facilitar la ocupación del territorio. Las posiciones a ocupar son Zauia de Abd el Kader, Carra Midar, Ain Kert y el poblado de Ababda. El Grupo de Regulares, mandado accidentalmente por el comandante Llamas, participa en las tres columnas -Kandusi, Batel y Telatza- aportando la unidad casi al completo (salvo una compañía de infantería) y formando parte de la vanguardia en las tres columnas. Las operaciones costaron las bajas de un sargento de regulares herido y 11 soldados indígenas, y se tuvo que lamentar el fallecimiento del primer oficial español muerto durante la campaña: el capitán de policía José Rosado, enterrado en Melilla el día 25.

El teniente José Cosidó supervisa el reparto del rancho de su compañía

El 1 de julio toma el mando del Grupo Miguel Núñez de Prado y el 4, junto al ayudante capitán José Sánchez Noé, revista a las tropas en primera línea que tienen repartidos sus efectivos entre Uestia, Busada y Tamasusit. Con el fin de proteger la línea de abastecimiento de estas tres posiciones se decide ocupar el día 12 la loma de Casa Quemada, operación en la que el Grupo fue mandado por primera vez por su nuevo jefe. Una semana después se producen la visita al territorio del ministro de la guerra, Luis de Marichalar, y el desfile en Melilla en el que participan un tabor y un escuadrón. El ministro visitará las posiciones de vanguardia en un clima de optimismo que le dejará buen recuerdo, como afirmó tras su vuelta a la Península. La visita del Vizconde conllevó también la celebración en Melilla de diversos actos sociales como el de la verbena en el parque Hernández a la que asistieron los jefes de las unidades acompañados de sus señoras y las personalidades más relevantes de la ciudad, o la visita al hospital Docker donde, junto al jefe de sanidad coronel Triviño, saludaron a los soldados heridos en la exitosa campaña.
Siguiendo con el plan dictado por la sección de operaciones y con el doble objetivo de avanzar en dirección Tafersit y seguir sometiendo a un progresivo aislamiento a la cabila de Beni Said, se ocupan las posiciones de Azrú y Hamuda, operaciones en las que no interviene el Grupo ya que corren a cargo de las tropas de policía indígena. Ambas posiciones quedan asignadas a la nueva circunscripción de Dar Drius -creada el 1 de julio- que reúne, además de la posición principal, a otros 13 destacamentos, quedando desde entonces suprimida la circunscripción de Batel.
El mes de julio finaliza con la celebración el día 25 del patrón de la Caballería. Se organizan festejos tanto en la ciudad como en el frente. En Melilla, la banda y la nuba (banda propia de las Fuerzas Regulares) formada por dos suboficiales, 27 cornetas y 11 cornetas, bajo la batuta del maestro de cornetas Antonio Muñoz Gutiérrez secundado por el maestro de trompetas Salvador Pasamontes, amenizaron la comida conmemorativa en el cuartel del Regimiento de Caballería de Alcántara. El veterano maestro Muñoz Gutiérrez permaneció al frente de la banda durante años, siendo en 1926 condecorado con la Cruz de María Cristina por la labor de conjunto desarrollada en el territorio entre agosto de 1924 y octubre de 1925.
 
Teniente coronel Núñez de Prado, a la derecha capitán Gómez Iglesias
Tras diversas operaciones de acercamiento a Tafersit el alto mando cree que ha llegado el momento de someter la cabila, objetivo deseado meses atrás. La operación la llevarán a cabo las columnas habituales situándose el cuartel general en Dar Drius, donde el comandante general y su estado mayor pasan la noche del 6 de agosto. Asiste  en calidad de invitado el general inglés William C. Rudkin, ayudante del rey Jorge que había visitado el Protectorado un año antes y escrito un diario publicado en Inglaterra a finales de 1919: “Diary of tour Spanish Morocco”.
La columna Rodríguez Casademunt ocupa la zona derecha del avance llevando como vanguardia cinco compañías y dos escuadrones del Grupo a las órdenes del teniente coronel jefe. Parten de madrugada desde Dar Drius -donde han pernoctado- bajo una intensa capa de niebla que cubre la hoyada de Tafersit y que al disiparse deja ver al enemigo, debiendo la columna recurrir a la protección de  la artillería. Formando parte de la columna Jiménez Arroyo han participado en la ocupación dos compañías y dos escuadrones del Grupo que habían pernoctado en Tamasusit.
Estas fueron las bajas producidas durante el día: un policía muerto, un sargento de regulares herido, 10 askaris y dos soldados españoles heridos, atendidos en primera instancia en el hospital de campaña dirigido por los doctores García Martínez y García Barros, siendo posteriormente evacuados al hospital de Dar Drius. La noticia de la ocupación de la cabila corrió como un reguero de pólvora, siendo portada de El Telegrama del Rif cuyo director, Cándido Lobera, escribió diversas crónicas desde primera línea, acompañando al estado mayor de la comandancia.
Fernández Silvestre visitó la posición de Tafersit al mediodía; desde su privilegiado emplazamiento se contemplaba a la perfección el collado de Tizzi Assa y toda la hondonada donde se hallaba la cabila. El general no podía ocultar su satisfacción: Tafersit -deseada desde hacía mucho tiempo- se ha conquistado con muy pocas bajas, el destacamento tiene además agua en las cercanías y desde su cima la artillería tiene un ángulo de disparo de 360º. Antes de partir, Silvestre ordena a los artilleros efectuar varios disparos al aire para impresionar a los pobladores. El general Rudkin, que acompañó al comandante general en todo momento, comentaría impresionado a Silvestre la eficacia demostrada por las tropas con tan pocos medios. 

Suboficiales y sargentos

Destinados en el Grupo en julio de 1921 figuraban 14 suboficiales y 42 sargentos (Revista de Comisario), siendo el más antiguo en el empleo el suboficial ayudante Juan Sánchez Blanco, de caballería. El listado del Grupo indica que de aquellos 14 suboficiales tan solo 9 se hallaban disponibles, en algunos casos por ascenso y en otros por haber sido destinados a otras unidades. Todos ellos -los 9 disponibles- habían ingresado en el ejército entre 1900 y 1909, permaneciendo como sargentos una media de ocho años. Tres pertenecían a caballería y otros seis a infantería, hallándose seis en posiciones avanzadas. Durante el Desastre fallecieron dos en combate: Alfonso García Iniestar (el más joven de su empleo) en Annual el 22 de julio, y Juan Alarcón Egea, del 3er Escuadrón, tras la capitulación de Zeluán el 3 de agosto. El resto continuó su carrera militar retirándose la mayoría antes de 1936; tan solo dos tomaron parte en la guerra civil -Jaime Tost y Cristóbal Arias- uno en cada uno de los dos bandos.
Sargentos GFRI 2
En cada compañía y escuadrón figuraban adscritos tres sargentos europeos y tres indígenas. En el caso de estos últimos la información del Grupo apunta a que desaparecieron la mayoría de ellos al conceder el comandante Manuel Llamas permiso a un importante número de compañías de infantería. Por tanto, el 24 de julio tan solo 11 de los 34 sargentos indígenas filiados en el Grupo se hallaban disponibles en Melilla sin que se pueda asegurar que ninguno de los 24 restantes falleciera en combate o simplemente desapareciera deliberadamente.
En cuanto a los sargentos españoles, la mayoría se hallaba el 22 de julio en Annual: 25 de un total de 42. Y respecto al resto: 3 en Nador, 9 en Melilla destinados en tareas auxiliares, 4 en el hospital (dos heridos el 18 de julio) y tan solo uno de permiso en la Península. Durante el asedio y capitulación de Zeluán murieron en combate o fueron asesinados 6 sargentos: Torres Hijosa, Severo Batalla, Francisco Vera, Hermenegildo Sanz, Alberto Velasco y Pascual Marí, mientras que solamente uno falleció el 22 durante la retirada, Vicente Sanchís Cucarella. Los restantes y disponibles formaron parte del Grupo tras la reestructuración que se llevó a cabo a consecuencia del Desastre.
Durante la campaña de reconquista del territorio y posteriores hechos de armas, el Grupo intervino en numerosas acciones muriendo otros seis sargentos entre 1921 y 1926: José Morales, Manuel Antúnez, Enrique Palomo, Santiago Franco, Manuel Reyes, y Hilario Navarro. Al finalizar en 1927 las hostilidades con Marruecos la mayoría de los sargentos supervivientes había conseguido condecoraciones y ascensos por méritos de guerra. De aquellos 42 sargentos filiados en el Grupo en 1921, seguían en 1936 en el ejército como mínimo 19, de los cuales 15 participaron en el bando sublevado y únicamente 4 permanecieron fieles a la República. En el transcurso de la guerra civil solo murió en combate el alférez Juan García Cuenca, mientras que el resto continuó en activo hasta su retiro, la mayoría siendo comandante.
Primero por la izquierda sargento José Brosel Bujeda
 junto a compañeros del Grupo

Caso sin duda insólito fue el protagonizado por el sargento Manuel Antúnez Porras (Motril 1890), destinado en julio de 1921 en la compañía de ametralladoras. El 22 de julio, según reza en la relación, el sargento Antúnez se hallaba convaleciente e ingresado en el hospital por lo que no participó en los días del Desastre. Tras la reestructuración del Grupo se incorporó de nuevo a su destino participando en el convoy que ineludiblemente debía entrar en Tizza el 29 de septiembre de 1921. El Grupo, integrado en la columna del general Tuero, sufrió las bajas de 95 oficiales y soldados (7 muertos y 88 heridos). El sargento Antúnez ingresó gravemente herido en el Docker y murió un día después siendo enterrado en el cementerio de Melilla junto a los compañeros de empleo José Morales Chaves y Santiago Franco Martín. En agosto de 1928 su madre, Dolores Porras Moya, recibió la Medalla de Sufrimientos por la Patria sin pensión. Sin embargo, este no fue el final definitivo de la odisea del sargento Antúnez ya que, en un caso sin precedentes, la familia quiso que sus restos volvieran al lugar que le vio nacer ni más ni menos que sesenta y un años después. El 21 de enero de 1982 los restos del sargento emprendieron el viaje de vuelta que tantos años atrás había protagonizado un joven motrileño, y tres días más tarde dieron sepultura a sus restos. Muy pocos fueron los casos en los que los caídos regresaban a la Península; de aquellos regulares que fallecieron durante el Desastre tan solo fue repatriado y enterrado en Madrid el cuerpo del teniente de caballería Luis Barges Montenegro en junio de 1922. No conozco caso similar al de Antúnez quien, gracias a la emotiva iniciativa familiar, puede ser con toda probabilidad el último de los caídos en las campañas que ha regresado a su tierra.
Prueba de la abnegación y entrega de los sargentos y suboficiales al grupo en el que permanecieron largos años en campaña fue el caso del sargento José Brosel Bujeda, el más joven de los de su empleo en 1921. Nació en el seno de una numerosa familia en Villafranca del Campo -Teruel- el 11 de enero de 1899. Ya desde niño mostró vocación por la milicia y como la familia no podía costear sus estudios en la academia ingresó a los dieciséis años como educando de banda en el Regimiento de Tetuán en Castellón. Menos de dos años después permutó con el quinto Francisco Pons destino en Marruecos, gracias a lo cual pudo adquirir una casa más grande para sus padres y seis hermanos dando pruebas de precoz responsabilidad y preocupación por los suyos. La permuta le llevó hasta Melilla, al 42 de línea, siendo su primer destino el destacamento de Reyen. Poco duraría su estancia en el Regimiento de Ceriñola, José quería hacer carrera y sabía que las tropas de choque ofrecían más posibilidades de promoción, aunque también mayor riesgo. En noviembre de 1919, siendo cabo, ingresó en el grupo donde permanecería de manera ininterrumpida durante cuatro años, participando por tanto en la campaña de 1920-1921 y posteriormente en la de reconquista que tantos muertos costaría al Grupo de Regulares.
Sargento José Brosel Bujeda
Hospital de la Cruz Roja 03/11/1922


Meses después de su ingreso, a la luz de la brasa del cigarro para no ser visto, el cabo Brosel preparaba en la tienda de campaña su capacitación como sargento. Lo consiguió a finales de 1920, puesto que en la revista de noviembre ya constaba con ese empleo; con 21 años era el más joven del grupo. Se le destinó a la 3ª Compañía del 1er Tabor con la que participaría en la conquista de Monte Mauro y todas las acciones posteriores hasta el 16 de julio, fecha en la que regresó al campamento de Annual. La compañía participó en todos los intentos de socorrer Igueriben pagando por ello un alto precio, incluida la muerte de su capitán, Carlos Zappino, el 19 de julio. Aquel mes de julio de 1921, tras quedar deshecho el grupo, Brosel es filiado en la compañía de ametralladoras que manda el capitán Carlos Asensio. Sería meses después el único sargento que sobrevivió a la dura campaña de desquite. José Brosel siempre mantuvo un alto grado de compromiso con la unidad, se preocupó, por ejemplo, de conseguir que el tirador de la máquina quedara menos expuesto mediante la colocación de un panel protector que cubría el cuerpo del sirviente, evitando de esta manera fuera herido en los costados. Sin embargo, él no pudo evitar  las balas rifeñas y el 1 de noviembre de 1922, en las estribaciones de Tizzi Assa, fue herido en el antebrazo. Cuando en noviembre de 1923 abandona el Grupo de Regulares, se ha ganado el derecho de portar el distintivo con tres barras rojas y lucir los galones de suboficial por méritos de guerra. Su ascenso fue un caso curioso ya que en dos ocasiones se le promocionó al empleo de suboficial cuando le correspondía el de alférez. Brosel, como militar disciplinado, no recurrió tal decisión y no sería hasta 1928 cuando ingresara en la escala de oficiales. Antes de sellarse la paz en el Protectorado, estando José Brosel al frente de una sección del Regimiento de Burgos fue herido por segunda vez en la carretera del Fondac, negándose a ser evacuado hasta que finalizara la operación. La tercera aspa de herida luciría en su uniforme en octubre de 1936 cuando, tras pasarse a zona sublevada con su compañía, recibió un impacto de bala en Navalcanero que le dejó sin movimiento la muñeca derecha pasando a ser considerado mutilado útil. Tras la contienda ascendió a comandante volviendo a mandar tropas en el Protectorado antes de la independencia. Aquel joven educando de banda que en 1915 ingresó en el ejército se retiró en 1959 con el grado de coronel honorario y una brillante carrera a sus espaldas, y falleció en Valencia en 1976. A lo largo de su vida recordaba siempre las vivencias que más le habían impresionado como los esfuerzos que hicieron por hacer llegar el convoy a Igueriben, las luchas cuerpo a cuerpo con la bayoneta calada, o los pacos que con mortífera puntería disparaban sobre los sirvientes de las ametralladoras.

Teniente de artillería Roque Reig Valerino y sargento Saturnino Hernández, compañeros de fuga

El sargento Saturnino Hernández Encinar fue uno de los tres únicos miembros del Grupo que fueron hechos prisioneros. La mañana del 22 su compañía fue enviada a hacer el servicio de aguada poco antes de iniciarse la retirada. Posteriormente, fraccionada su compañía, el sargento y una sección quedaron aislados en las proximidades de la posición de Izumar donde, después de defenderse hasta morir casi todos los componentes, fue capturado y trasladado al desolado campamento de Annual donde solo quedaban los cuerpos de quienes no habían podido escapar. Saturnino conversó con Abd el Krim quien le aseguró que serían liberados y hasta entonces recibirían buen trato. Por espacio de 23 días permaneció cautivo hasta que, junto al teniente de artillería Roque Reig Valerino (superviviente de Bu Hafora), se fugó la noche del 13 de agosto. Disfrazados de locales tomaron dirección sur para evitar la pista Annual-Ben Tieb y se dirigieron a Bu Hafora para después cruzar el llano del Sepsa desde donde, no sin dificultades, lograron alcanzar de madrugada una avanzadilla del Tercio que montaba guardia en el Gurugú. Hambrientos y desfallecidos, vivieron momentos de angustia ya que al vestir chilabas podían haber sido confundidos y abatidos por los suyos. De hecho, los legionarios abrieron fuego desde el parapeto español hasta que el teniente Reig consiguió convencerlos a gritos. Al amanecer ambos prófugos divisaron desde el Gurugú el puerto de Melilla; su pesadilla había terminado felizmente. Según el testimonio del sargento, quedaron prisioneros en Annual 319 hombres de todos los cuerpos, pertenecientes al Grupo de Regulares tan solo fueron capturados el teniente Enrique Dalias Cuena, del Tabor de Caballería, y el soldado Antonio Díaz Gutiérrez, ambos liberados el 27 de enero de 1923.

En la cumbre del Monte Mauro



El día 5 de diciembre se afronta el sometimiento de Beni Ulisech, donde los rifeños concentran una harka en Tahuarda; se conquistan Dar Mizziam, Dar Salah, Zoco Arbaa y Ben Tieb que con el tiempo se convertiría en uno de los principales campamentos del territorio. Un día después se da por finalizada la conquista de la cabila ocupando Nador de Beni Ulisech y Yebel Halaut. La operación se salda con 10 muertos entre las tropas indígenas y 46 heridos. A partir de ese momento se organiza la circunscripción de Drius quedando asignada su defensa al Regimiento de San Fernando 11. La noche del 7 de diciembre se reúnen en Ben Tieb los efectivos de la columna Jiménez Arroyo de los cuales figura la casi totalidad del Grupo, 2 tabores y una compañía de infantería junto a dos escuadrones con su teniente coronel al frente. Antes de amanecer se emprenderá la siguiente fase de la campaña: el avance sobre la indomable cabila de Beni Said. Tras las últimas conquistas, la sumisión de Beni Ulisech y a pesar de que las confidencias auguran éxito en las operaciones, el alto mando afronta un momento decisivo. En la jefatura de la comandancia se ha producido un relevo en el segundo mando al ser substituido el general Monteverde, brillante oficial, por Felipe Navarro con quien Fernández Silvestre ya había compartido el mando en Ceuta. También al Grupo se han incorporado a finales de noviembre nuevos oficiales: al frente de la compañía de ametralladoras el capitán Carlos Asensio y en la misma unidad el teniente José Cosidó Cantó (San Lorenzo del Escorial 15-4-1896). José Cosidó había servido hasta entonces en el Regimiento de Melilla. Desde su ingreso, participó en cuantas  operaciones intervino el Grupo, sufriendo meses después la desgracia de perder a su hermano Fernando, alférez de Ceriñola (1ª Cía/II Bón). Ambos hermanos pudieron verse por última vez el 22 de julio antes de la retirada en la cual murió el joven alférez Cosidó, un mes antes de cumplir los veintitrés años. Su hermano, el teniente, permaneció en el Grupo hasta el mes de mayo de 1922, siendo herido por arma de fuego el 29 de septiembre de 1921 formando parte de la vanguardia en el convoy de Tizza que tantas bajas le supondría al Grupo de Regulares. Muchos años después de aquellos tristes días de Annual, José Cosidó volvió a mandar unidades de regulares, siendo teniente coronel y, tal como ocurrió en 1920, había estado anteriormente destinado  en el Regimiento de Melilla. En 1952 ascendió a coronel y se retiró en 1960 habiendo sido su último mando la jefatura del Regimiento de Sevilla en Cartagena. Falleció en Alicante el 2 de febrero de 1969.


José Cosidó Cantó. 1896-1969
La cabila de Beni Said se halla en las inmediaciones de la de Guelaya, separada de esta por el río Kert. Limita por el norte con el mar Mediterráneo, al este con Tensamán y Beni Ulisech y al sur con M'Talza. Su orografía es la de una ondulada llanura de 500 kilómetros cuadrados con una cadena montañosa -la de Beni Tuzin- cuya principal altura es el Monte Mauro. Se trata de una región únicamente apta para el cultivo de cereales y poco fértil por lo que su valor es ante todo geográfico, estratégico y político. Antes de la conquista el alto mando decide simular, como maniobra evasiva, una operación sobre Beni Said amagando un avance simultáneo con un simulacro de desembarco en la costa en el que intervinieron el cañonero Lauria y el vapor Gandía. La incruenta conquista permitió en pocos días ocupar la totalidad de la cabila siendo Tuguntz la primera de las nuevas posiciones que formarían la circunscripción de Kandusi cuya defensa se asignó al Regimiento de Melilla 59. El día 10 de diciembre fue uno de los más felices de cuantos participaron en la campaña, especialmente cuando se izó la bandera española en la cumbre de Monte Mauro. Prueba de ello fue que se decidió enarbolar la misma tela que en 1909 ondeó en el Gurugú, guardada por el capitán Jiménez Ortoneda y lanzada desde un aeroplano pilotado por Pío Fernández Mulero. Tras el izado, las nuevas posiciones dispararon 21 salvas de artillería mientras Silvestre, oteando desde la cumbre el vasto territorio que dominaba, se sentía satisfecho por el trabajo realizado por sus tropas. Desde la cima se divisa el cabo Quilates, las cabilas de Tensamán y Beni Urriaguel e incluso en días despejados puede llegar a observarse en la lejanía la cumbre de Sierra Nevada. En febrero de 1921, en carta dirigida al alto comisario, el comandante general recordaría la triple alianza que le había permitido conquista de tal envergadura: bravura y disciplina, ciega obediencia al mando y resistencia física. Días antes de esta operación, en Bu Ermana, se habían reunido los notables de la cabila para mostrar su respeto a Silvestre, al que entregaron un cañón que habían apresado tras embarrancar en la costa el cañonero General Concha en 1913.

General Manuel Fernández Silvestre
El general se sentía orgulloso de sus hombres y permitió que días después se organizara en Melilla un homenaje a las tropas que habían conquistado Beni Said. Más de 3500 soldados desfilaron ante su general al que recibió Melilla con un imponente arco levantado en su honor y fue condecorado un soldado de cada una  de las unidades que habían intervenido. Del Grupo de Regulares diría el general: “En primera línea, único puesto que concibe, dio pruebas de arrojo y lealtad. Una joven oficialidad con la cooperación entusiasta de clases y soldados, con el ejemplo de sus jefes y emulada con su propio espíritu”. En el desfile participó el Grupo y al frente el teniente coronel jefe junto a tropas de todos los regimientos y unidades. Melilla se volcó con esos hombres formados en la plaza España a las órdenes del general Navarro. Tras la celebración, las tropas de infantería conmemoraron la festividad de la patrona aplazada por las recientes conquistas; la del Grupo la organizaron los capitanes Salafranca, Redondo y Martí. Los Regulares serían quienes, el 27 de diciembre, se encargarían de la última operación de 1920: la ocupación de Ulad Aixa, dirigida por el teniente coronel Núñez de Prado.


Cabos y soldados

En 1921, el Grupo estaba formado por: tres tabores de infantería, compuesto cada uno de ellos por tres compañías que aportaban un total de 1308 infantes españoles y nativos; un tabor de caballería constituido por tres escuadrones de sables; una compañía de ametralladoras dotada con cinco máquinas servidas por poco más de 45 hombres; y la Plana Mayor de mando y tren de combate (en estos tres últimos destinos servían exclusivamente españoles). La Revista de Comisario del mes de julio de 1921 refleja que la tropa española sería de tan solo 330 hombres, incluidos cabos, herradores, forjadores, trompetas y soldados. Los soldados españoles ocupaban preferentemente las plazas de destinos de cuerpo pues el Grupo estaba liberado de cubrir destinos de plaza. El destino que demandaba más personal era el que tenía el cometido de ordenanza de la oficialidad: 59 servían en estas funciones. En el cuartel en Melilla tan solo quedaban 16 cabos y 36 soldados, mientras que en Nador, a cargo del almacén y la enfermería de ganado, se hallaban 11 cabos y 12 soldados, y en Zeluán, donde el Grupo disponía de un depósito, quedaban destinados 2 cabos y 4 soldados. Por tanto, los destinos supondrían un 42,2 % de la tropa española. Servir como ordenanza de un oficial del Grupo no significaba demasiada ventaja si tenemos en cuenta que la práctica totalidad de los oficiales estaban en el frente avanzado. A principios de 1921 se licenció una gran parte de los veteranos que habían participado en la campaña de 1920, por lo que el 23 de febrero se aprobaba la incorporación al Grupo de 213 soldados pertenecientes a los cuatro regimientos de infantería y al de caballería con cuartel en Melilla, lo que suponía renovar casi la mitad de la plantilla.

Soldado de caballería, observese el emblema del Grupo en la alforja. La carabina es el modelo Mauser 1895
Los recién incorporados habían ingresado en filas el año anterior y afrontaban por tanto su segundo año de servicio militar. Los soldados ingresaban en el Grupo no solo por motivos económicos, ya que cobraban más que los de infantería o caballería, sino también porque se les ofrecía la posibilidad de reengancharse y forjarse una carrera en el ejército. En las unidades de choque -Regulares, Tercio y Policía Indígena- era mucho más elevado el número de soldados que continuaba en el ejército tras finalizar su servicio militar de tres años. Sin embargo, la permanencia en  estas unidades  incrementaba considerablemente el riesgo de resultar herido o muerto ya que participaban siempre en primera línea de los combates. Por ello las pensiones en caso de fallecimiento también eran superiores a las de sus compañeros de otras armas: los cabos fallecidos generaban una pensión anual de 1206 pesetas, los herradores entre 1080 y 1141 y, mientras que las familias de los soldados muertos recibían 1080 pesetas, las de un soldado de infantería percibían tan solo 328,50 pesetas. En cuanto al personal nativo de tropa, constituían prácticamente el 80% del total ya que se hallaban filiados 1399 hombres. Por empleos, la distribución sería la siguiente: 82 cabos, 27 trompetas y 11 educandos -la mayoría en la nuba o banda-, 64 soldados de 1ª y 1205 de 2ª. De todos ellos, tan solo prestaban servicio como destinos: 12 como ordenanzas de los oficiales moros, 3 en cuartel, 2 en Nador y 3 en destinos de plaza (comisión del plano y enfermería de contagio). La mayoría de los soldados indígenas eran oriundos de las cabilas más cercanas a Melilla, aunque no existen datos de filiación en los archivos que el Grupo entregó al general Picasso. Según declaró el teniente coronel, primer jefe, el espíritu de las tropas durante la campaña era bueno, tanto entre los oficiales como entre los soldados. Sin embargo, se notaba negativamente la falta de recompensas que sí existían en otros tiempos y que el jefe conocía debido a su dilatada experiencia en el mando de estas tropas. La soldada que recibían era de 2,50 pesetas diarias los solteros, y 3 pesetas los casados, jornal que era indudablemente escaso sobre todo para quienes debían mantener a sus familias. También apuntaba Núñez de Prado que en otras ocupaciones -carga y descarga de material, minas, convoyes de camello etc.- recibían mejor salario, lo que influía negativamente en la recluta. También era necesaria la construcción de un cuartel para las familias, motivo por el cual muchos soldados no acudieron de vuelta a la hora convenida el día 23 de julio ya que marcharon a defender a sus familias de la revuelta generalizada de las cábilas. 

Tropa de infantería a finales de 1921. Los fusiles son Mauser modelo 1893
El 23 de julio, el Grupo quedó prácticamente deshecho tras la retirada de Annual. Para comprender las causas hay que remontarse al día anterior cuando el comandante Llamas, jefe accidental del grupo, recibe la orden de abandonar el campamento de Annual. Aquella mañana a las 9,00 horas, tras la última junta de jefes, el comandante recibe la orden de ocupar unas lomas que se hallan cuando se inicia la subida al desfiladero de Izumar, mientras que el resto de la unidad va a partir en dirección Dar Drius por el camino viejo. Las órdenes las transmite a Llamas el capitán Sabaté -jefe de estado mayor- sin duda a iniciativa del general Fernández Silvestre; de ellas se deduce que existían serias dudas sobre la fidelidad del personal indígena del Grupo. Por la tarde, las tropas del Grupo llegan a Dar Drius donde Llamas conferencia con el jefe de la posición -teniente coronel Álvarez del Corral- y se le ordena continuar a Uestia donde deberá pernoctar. Los tabores de infantería quedan en el interior de la posición donde se proyectaba construir un nuevo cuartel para albergar al tabor de infantería. Los escuadrones y la compañía de ametralladoras pernoctan en el exterior de la posición. A las 20.00 horas el comandante Llamas recibe una llamada del comandante González Simeoni -jefe de estado mayor en Drius- y le pregunta sobre la fidelidad de las tropas a su mando. Llamas le afirma que no ve ningún motivo de preocupación y que ha montado los servicios con normalidad. La respuesta no debió convencer al general Navarro ya que horas después se puso en contacto con Llamas ordenándole que partieran de inmediato hacia Zeluán y Nador ya que no pretendía contar con elementos indígenas en su columna. No hay duda de que el general ya tenía decidido a esa hora -5.00 del 23 de julio- retirarse a Tistutin y que no confiaba en la fidelidad del grupo a pesar de las respuestas de Llamas. Idéntica opinión expresó el capitán de estado mayor Sigifredo Sainz, testigo de la conversación entre el comandante Llamas y el general Navarro. El tabor de caballería quedó en Zeluán, donde por la tarde se cumplirían los temores del alto mando: los oficiales moros Yilali y Meheyud se rebelaron y marcharon con gran parte de las tropas, caballos y fusiles. Los tabores de infantería llegaron a Nador en tren a las 13.15 horas, y allí se decidió desarmarlos y concederles un permiso hasta la tarde del que, según declaró el comandante Llamas, ninguno regresó a la hora acordada. Esta es la razón de que en los listados de bajas del Grupo se incluyeran a todos los soldados indígenas aunque la cifra no fuese fiel a la realidad.A finales de agosto de 1921, de aquellos más de 1800 hombres que tenía a sus órdenes el teniente coronel Núñez de Prado, tan solo quedaban disponibles 2 compañías de infantería, la de ametralladoras y poco más de sesenta jinetes. A pesar de ello, a medida que se fueron ampliando los efectivos, la unidad volvió a demostrar en primera línea su eficacia en combate en la dura campaña de reconquista donde moriría un alto número de soldados de Regulares de Melilla, tanto nativos como españoles.

Conquista de Taxuda. En el centro- con chilaba- el comandante Manuel LLamas, junto a él se puede observar a los capitanes Del Rosal y Sánchez Noé.



                 
1920, un año brillante



Finaliza el año y el alto mando ha conseguido alcanzar todas las conquistas concebidas por la sección de campaña. Las victorias de las tropas de Fernández Silvestre han tenido una amplia acogida en la Península donde la mayoría de publicaciones se han hecho eco de las mismas. Desde que se iniciaran las operaciones se han conquistado un  total de 40 nuevas posiciones que abarcan tal cantidad de territorio que no existe precedente en los mandatos de los antecesores de Fernández  Silvestre. Por tanto, injusto sería negar que hasta ese momento la labor del comandante general no se cumpliera con brillantez. En ningún momento se han solicitado tropas de refuerzo pese a que la línea del frente se aleja de Melilla considerablemente y las bajas, a pesar del gran número de conquistas, han sido moderadamente reducidas. Las tropas de regulares han tenido una importante participación en la campaña, motivo por el cual muchos de sus miembros serían condecorados por este periodo de operaciones. Lejos de dar descanso a las tropas, la sección de campaña ya trabaja en la ocupación de Tensamán, y la Subinspección de Asuntos Indígenas proyecta la conquista de un lugar desconocido hasta entonces que pasará a los anales de la historia: Annual.





Documentos


Revista de Comisario. Julio de 1921


Oficialidad del Grupo de Regulares Indígenas Melilla 2
Tropa del Grupo de Fuerzas Regulares Melilla 2
Revista de armamento y ganado disponible

Revista de armamento y ganado disponible


Planos de las operaciones en las que intervino el Grupo de Regulares en 1920


Plano 1. Original en Historia de las Campañas de Marruecos, página 364. Croquis 28
Plano 2. Original en Historia de las Campañas de Marruecos, página 380. Croquis 31
Plano 3. Original en Historia de las Campañas de Marruecos, página 390. Croquis 32

Agradecimientos

Cuando D. José Javier Cosidó Reig contactó conmigo y me comentó que no solo sus dos abuelos sino también dos de sus tíos abuelos habían participado en el Desastre, no podía dar crédito. Considero estadísticamente improbable que vuelva a toparme con alguien que tenga un vínculo semejante. Su abuelo paterno, José Cosidó, era en julio de 1921 teniente en el Grupo de Regulares; durante el Desastre perdió a su hermano Fernando, alférez de Ceriñola desaparecido el 22 de julio. Pero además, por línea materna es nieto del entonces teniente Roque Reig Valerino, destinado en la comandancia de artillería y hermano del capitán Juan Reig del centro electrotécnico de Melilla. José Javier me envió un excelente e inédito archivo fotográfico que me ha sido de gran utilidad y que forma parte de este artículo.
D. Agustín Brosel Esteban me envió fotografías y me contó muchas anécdotas de su padre José Brosel Bujeda, sargento en 1921 de la compañía de ametralladoras, curiosamente la misma compañía que el teniente Cosidó. Agradezco mucho a Agustín la paciencia de hacerme partícipe de todo ello y sobre todo el mantener viva la memoria de su padre.
En el último tramo de la documentación del artículo he tenido la fortuna de contactar con Dª. Aurora Núñez de Prado Bueno, nieta del entonces teniente coronel jefe del Grupo de Regulares. Gracias a ella he podido aportar excelentes imágenes inéditas de su abuelo y otros oficiales del Grupo. Deseo que  el destino les depare la posibilidad de encontrar y reconocer los restos del general Núñez de Prado desaparecido tras la sublevación del 18 de julio.
Gracias también a mis queridos amigos Jorge Garrido Laguna y Santiago Domínguez LLosá. Jorge me ha enviado fotografías de algunos oficiales y Santiago la Revista de Comisario del Grupo de Regulares de 1921. Un lujo y un placer poder contar con las aportaciones de ambos.

Bibliografía 1ª parte

  • Revista de Comisario del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas, Melilla, 2 julio 1921. Documento enviado por Santiago Domínguez LLosá.
  • Historia de las Campañas de Marruecos. Tomo III, p. 355-395, corresponden a las operaciones efectuadas entre mayo y diciembre de 1920.
  • GAY HEREDIA, A. “Miguel Núñez de Prado Susbielas 10 junio 2014 http://decastroero.blogspot.com.es/2014/06/general-miguel-nunez-de-prado-y.html Gracias al artículo me fue posible contactar con la familia Núñez de Prado.
  • ENGEL MASOLIVER, C. El cuerpo de oficiales en la guerra de España. Valladolid: Quirón Ediciones 2008. Excelente trabajo que me ha servido de ayuda en repetidas ocasiones. Recientemente he conocido la noticia del fallecimiento en enero de Carlos Engel. Descanse en paz.
  • FERNÁNDEZ HUERTAS, M.J. “Los primeros regulares y la caballería” Memorial de Caballería Nº 72. Diciembre 1911.
  • MOLA VIDAL, E. “Los primeros regulares” Revista de tropas coloniales. 1-6-1924.
  • SAINZ GUTIÉRREZ, S. Con el general Navarro en operaciones, diario del cautiverio. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra. 1924.
  • Anuarios militares de 1920, 1921, 1925, 1930 y 1931. Madrid: Talleres del Depósito Histórico y Geográfico del Ejército.
  • RIERA, Augusto. Crónica de la guerra de Marruecos. Cap. XI. Buhafora p. 57 - 74
  • SÁNCHEZ REGAÑA, J. “Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas”. Los Nombres del Desastre. 5 julio 2013.
  • http://losnombresdeldesastre.blogspot.com.es/2013/07/grupo-de-fuerzas-regulares-indigenas.html
Hemeroteca El telegrama del Rif

He consultado para esta primera parte toda la hemeroteca de 1920 siguiendo sobre todo las crónicas de Cándido Lobera, auténtico cronista de la campaña que incluso acompañaba a las tropas en muchas de aquellas conquistas. Entre todos ellos, han sido de especial ayuda los artículos publicados los días:
  • 1, 4, 8, 9, 11, 12, 13, 16, 19, 21, 22 y 29 de mayo de 1920
  • 1, 2, 15 y 25 de junio de 1920
  • 2, 4, 20, 24 y 25 de julio de 1920
  • 6, 7,8, 13, 14y 18 de agosto de 1920
  • 11 y 15 de septiembre de 1920
  • 1, 17, 22 y 28 de octubre de 1920
  • 14 y 19 de noviembre de 1920
  • 7, 8, 9, 11, 12, 13, 15, 17 y 18 de 1920
 Biblioteca Virtual de Defensa
  • He utilizado con frecuencia el buscador de la Biblioteca para acceder a datos de filiación de los miembros del Grupo de Regulares.
  • MIRELIS BRANDIS, J. Memorial de artillería Serie VI Tomo XXI. 1922. Me ha sido de gran utilidad para entender cuál era el procedimiento habitual en las operaciones en aquellos años esta crónica del teniente coronel, jefe del Grupo de Instrucción de artillería.
  • Diario oficial 142, 1 de julio de 1911. Decreto fundacional del Grupo de Regulares.
 PARES. Portal de Archivos Españoles

  • TRIBUNAL SUPREMO RESERVADO (TSR). Expte. 50.3 Relación nominal del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Melilla Nº 2 y su situación del 16 al 31 de julio de 1921. Fol. 464r-466r.
  • TSR. Expte. 51.17. Declaración Cmdte. Manuel Llamas Martín. Fol. 4552r-4560v
  • TSR. Expte. 50.9. Declaración  Cmdte. Ramón de Alfaro Páramo. Fol. 1908v-1911v
  • TSR. Expte. 51.6. Relación nominal supervivientes del GFRI 2. Fol. 1771v-1772v
  • TSR. Expte. 51.6. Relación prisioneros por cuerpos y dependencias. Fol. 1771r-1772r
  • TSR. Expte. 51.9. Estado de la fuerza en Annual el 14-7-1921. Fol. 2558
  • TSR. Expte. 50.2. Estado de la fuerza y situación de las tropas de la Comandancia General de Melilla el 22 de julio de 1921. Fol. 330r-378r
  • TSR. Expte. 50.2. Estado de la fuerza y ganado el 22 de julio de 1921. Fol. 379
  • TSR. Expte. 51.5. Estado de la fuerza el 16 de agosto de 1921. Fol. 1435r-1439v
  • TSR. Expte. 50.3. Relación nominal de los oficiales con su situación el 21 de julio y el 1 de agosto. Fol. 464-466
  • TSR. Expte. 51.8. Relación de bajas de la Comandancia de Melilla. Fol. 2174
 Archivos fotográficos

  • AFCR - Fotografías enviadas por D. José Javier Cosidó Reig
  • AFBE - Fotografías enviadas por D. Agustín Brosel Esteban
  • AFNP - Fotografías enviadas por Dª Aurora Núñez de Prado Bueno
  • AFTDP- Fotografías familia Teran de la Paz
  • AFDLL- Archivo fotográfico Santiago Domínguez Llosá